Ciudad tomada River-Boca: cariños y miedos de los españoles por la invasión argentina

Color de hinchas de Boca y River en las calles de Madrid por la final de la Libertadores de America foto MARCELO CARROLL

Cómo ven los madrileños el paso de los hinchas de River y Boca, a horas de la Superfinal a los madrileños nos les quedó más remedio que aceptar la estrafalaria definición de la Copa Libertadores en el patio de su casa. Sorpresa, al principio.

 

Temor, cuando se dieron cuenta que con River y Boca venía el asunto barra brava como «valor» agregado. Resignados, al fin, esperan la Superfinal con un mosaico de reacciones ante la creciente presencia de argentinos en las calles.

La Cámara de Comercio calcula que el Superclásico dejará 20 millones de euros en la ciudad. Las cuentas incluyen desde el viaje en metro a una habitación en un cinco estrellas para los foráneos más pudientes, que son los menos. Y en el revoltijo de sensaciones, hay de todo. Predomina la buena onda, tal vez porque barras, lo que se dice barras, no aparecieron. Y los comentarios acerca de que ya hubo cruces entre hinchas de River y de Boca, todavía no fueron carne de TV, la generadora de la onda expansiva. Por el contrario, anoche había un «festival» argentino en la pantalla porque emitían Ciudadano Ilustre, en horario central.

El merchandising de Boca y River llegó a Madrid. (Foto: Marcelo Carroll)

El merchandising de Boca y River llegó a Madrid. (Foto: Marcelo Carroll)

Messi y Simeone son los dos apellidos que funcionan como pasaporte para los argentinos que vinieron aquí. Alterio, Darín, Calamaro, también son familiares (y muy queridos). Si los madrileños escuchan Di Zeo, Caverna o Mazzaro no les dice nada pero cambian de cara ni bien llega la nota al pie: barras.

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Anoche hubo una degustación de jamón ibérico en la Gran Vía, a tres lonchas (fetas) por cabeza. Fue un lugar de encuentro entre locales y extranjeros, de River o de Boca. La comida convoca, reúne y pacifica, parece. Y si es gratuita, mejor.

«Han pillado a uno, podrían pillar a todos, no?», dice la señorita que atiende el lobby del hotel de los enviados de Clarín. El punto de referencia más fácil, pero también kilómetro de 0 de una búsqueda que tendrá repeticiones. El señor Manuel es un esterotipo del «gallego» para la mirada argentina: cejijunto, de habla cerrada y, como si fuera poco, de puro en la boca, casi una antiguedad en tiempos del combate a los fumadores. «Por don Alfredo…» arranca y se va en loas a los argentinos a partir de su admiración a La Saeta Rubia. El señor es la vieja escuela y lleva sus años.