Histórico encuentro en Jerusalén entre el Papa y Bartolomeo I

El papa Francisco destacó que el mensaje de Cristo resucitado es el corazón del mensaje cristiano y el fundamento de la fe que une a todos los seguidores de Jesús, sin distinción alguna. El pontífice presidió este domingo un encuentro ecuménico junto al patriarca de la iglesia de Constantinopla, Bartolomeo I, destinado a impulsar la unidad de los cristianos y conmemorar el primer paso dado en este sentido por sus predecesores Pablo VI y Atenágoras, hace ahora cincuenta años.

Ambos se reunieron por vez primera en ocho siglos en la Basílica del Santo Sepulcro de Jerusalén, adonde esta tarde Francisco llegó en compañía del Custodio de Tierra Santa, el franciscanoPierbattista Pizzaballa, tras atravesar un barrio cristiano de la ciudad vieja despoblado por motivos de seguridad.

En esta Basílica, a la que todo cristiano mira con profunda veneración, llega a su culmen la peregrinación que estoy realizando junto con mi amado hermano en Cristo, Su Santidad Bartolomé”, afirmó el pontífice. “Peregrinamos siguiendo las huellas de nuestros predecesores, el Papa Pablo VI y el Patriarca Atenágoras, que, con audacia y docilidad al Espíritu Santo, hicieron posible, hace cincuenta años, en la Ciudad santa de Jerusalén, el encuentro histórico entre el Obispo de Roma y el Patriarca de Constantinopla”, rememoró.

El papa acudió después a las escrituras para recordar el pasaje de Mateo en el que se anuncia la resurrección de Cristo y se le pide a los apóstoles que no teman, símbolo de la unidad que deben perseguir los cristianos. “Este anuncio, confirmado por el testimonio de aquellos a quienes se apareció el Señor Resucitado, es el corazón del mensaje cristiano, trasmitido fielmente de generación en generación, como afirma desde el principio el apóstol Pablo”, afirmó.

Lo que nos une es el fundamento de la fe, gracias a la cual profesamos juntos que Jesucristo, unigénito Hijo del Padre y nuestro único Señor, padeció bajo el poder de Poncio Pilato, fue crucificado muerto y sepultado, descendió a los infiernos, al tercer día resucitó de entre los muertos”, agregó. En este sentido, Francisco recordó que “cada uno de nosotros, todo bautizado en Cristo, ha resucitado espiritualmente en este sepulcro, porque todos en el Bautismo hemos sido realmente incorporados al Primogénito de toda la creación”. “Acojamos la gracia especial de este momento. Detengámonos con devoto recogimiento ante el sepulcro vacío, para redescubrir la grandeza de nuestra vocación cristiana: somos hombres y mujeres de resurrección, no de muerte”, agregó.

¡No nos dejemos robar el fundamento de nuestra esperanza! ¡No privemos al mundo del gozoso anuncio de la Resurrección! Y no hagamos oídos sordos al fuerte llamamiento a la unidad que resuena precisamente en este lugar, en las palabras de Aquel que, resucitado, nos llama a todos nosotros “mis hermanos”, gritó.

Francisco precisó, no obstante, que no se pueden negar ni obviar las divisiones que todavía existen entre “nosotros, discípulos de Jesús”. Y, sin embargo, cincuenta años después del abrazo de Pablo VI y Atenágoras, “hemos de reconocer con gratitud y renovado estupor que ha sido posible, por impulso del Espíritu Santo, dar pasos realmente importantes hacia la unidad”, el líder de la Iglesia Católica,

Somos conscientes de que todavía queda camino por delante para alcanzar aquella plenitud de comunión que pueda expresarse también compartiendo la misma Mesa eucarística, como ardientemente deseamos; pero las divergencias no deben intimidarnos ni paralizar nuestro camino”, señaló. “A este respecto, deseo renovar la voluntad ya expresada por mis predecesores, de mantener un diálogo con todos los hermanos en Cristo… dejemos a un lado los recelos que hemos heredado del pasado y abramos nuestro corazón a la acción del Espíritu Santo, el Espíritu del Amor y de la Verdad”, concluyó.