El «Adiós» a Vialidad Nacional: Un Golpe al Corazón del Interior

El reciente anuncio del gobierno de Javier Milei sobre el cierre definitivo de la Dirección Nacional de Vialidad ha generado un vendaval de reacciones. Según el vocero presidencial Manuel Adorni, esta medida, junto con la reestructuración de otros organismos de transporte, marca el «acta de defunción» de la corrupción en la obra pública. Un mensaje teñido de ideologia de recientes creadores de formulas mágicas que solo han generado el empobrecimiento de todo un Pais. Pero, ¿es esta la verdadera historia o hay un telón de fondo más complejo y preocupante para el interior del país?

Desde el oficialismo se esgrime el argumento de la ineficiencia, la «dotación elevada» y los «altos costos operativos» de Vialidad Nacional. Se vende la idea de que los «superpoderes» presidenciales fueron utilizados para un «alivio fiscal» sin precedentes, ahorrando miles de millones de dólares. La narrativa oficial busca posicionar esta decisión como un acto de valentía y transparencia, una ruptura con décadas de despilfarro y manejos irregulares. Se insiste en que el problema no es la herramienta (las facultades delegadas), sino cómo se usa y para qué. En este caso, para «sacar a la Argentina de la decadencia».

La Rioja y el interior: los verdaderos damnificados
Sin embargo, desde las provincias, y en particular desde lugares como La Rioja, la lectura es diametralmente opuesta. El cierre de Vialidad Nacional no es visto como un triunfo sobre la corrupción, sino como un golpe directo a la conectividad y al desarrollo de los destinos emergentes. La Rioja, con su vasta geografía y su potencial turístico en constante crecimiento, depende crucialmente de una infraestructura vial robusta y bien mantenida.

La promesa de licitar 9.120 kilómetros de rutas suena a música celestial, pero la cruda realidad nos interpela: ¿qué interés real tendrán los inversores privados en tramos viales que, si bien son vitales para las economías regionales y el turismo local, no ofrecen una rentabilidad inmediata para el capital? La historia nos ha enseñado que el mercado, por su propia naturaleza, prioriza las ganancias rápidas, dejando a menudo en el olvido aquellos proyectos que, aunque estratégicos para el desarrollo de un país, no prometen retornos exorbitantes.

El desmantelamiento de Vialidad Nacional, bajo el pretexto de combatir la corrupción, corre el riesgo de condenar al aislamiento a numerosas localidades y a la invisibilidad a nuestros paisajes y tesoros culturales. ¿Quién garantizará la transitabilidad de esas rutas secundarias que conectan a nuestros pueblos, a nuestros productores, a nuestros emprendedores turísticos con el resto del país? ¿Será que, una vez más, el «ahorro» fiscal de hoy se traducirá en un costo social y económico mucho mayor para las futuras generaciones del interior?

¿Fin de la corrupción o fin de la oportunidad?
La retórica gubernamental se centra en el pasado y en los supuestos males que arrastraba Vialidad. Pero la verdadera pregunta que debemos hacernos es qué futuro nos depara sin un organismo estatal fuerte y presente que garantice la planificación y ejecución de la infraestructura vial necesaria para todo el territorio nacional. En un país con las vastas distancias y las diversas geografías como el nuestro, dejar la construcción y el mantenimiento de rutas exclusivamente en manos de la lógica del mercado es, cuanto menos, una apuesta arriesgada.

Desde La Rioja, y con la convicción de que el turismo es un pilar fundamental para el desarrollo y la inclusión, alzamos la voz para señalar que esta medida, lejos de ser un paso hacia la libertad, podría convertirse en un nuevo obstáculo para el crecimiento equitativo y federal de la Argentina. Porque cuando se cierra una institución como Vialidad Nacional, no solo se clausura una oficina; se cierran también caminos, oportunidades y, quizás lo más grave, se cierran puertas al futuro de muchas regiones de nuestro país.