Tensión en las aulas: la IA en el ojo de la tormenta para docentes y alumnos

La Inteligencia Artificial generativa ha desatado una nueva «batalla» en el ámbito educativo, donde la desconfianza y los cuestionamientos éticos se multiplican.

Mientras los docentes buscan «marcas de IA» en los trabajos estudiantiles, crecen las denuncias de alumnos que exigen honestidad y acusan a sus profesores de usar la tecnología para preparar sus clases.

La irrupción de la Inteligencia Artificial generativa ha revolucionado el panorama educativo, pero no sin generar una profunda controversia. Si bien la IA promete ser una herramienta potente para el aprendizaje, su uso actual está sembrando dudas sobre la honestidad académica, tanto de estudiantes como de profesores. Lo que comenzó como una preocupación por el uso indebido de la IA por parte de los alumnos, ahora se extiende a los propios docentes, quienes también están bajo la lupa.

Del estudiante al profesor: ¿quién usa la IA?
Inicialmente, la tarea de los educadores se centró en identificar si los trabajos de sus alumnos eran producto de la IA. Sin embargo, esta «vigilancia permanente» ha provocado una reacción. Cada vez más estudiantes alzan su voz contra la sospecha constante y, paradójicamente, señalan a sus profesores por utilizar la IA para planificar el contenido de sus clases.

Este cambio de roles se ha evidenciado en casos resonantes. En febrero de este año, Ella Stapleton, estudiante de la Universidad Northeastern en Boston, Estados Unidos, denunció a su profesor de negocios tras descubrir que los materiales de clase habían sido generados con ChatGPT. La alumna encontró instrucciones de IA y errores evidentes que el docente no había corregido, lo que la llevó a exigir el reembolso de su matrícula de 8.000 dólares por considerar que no se le ofrecía la «excelencia académica» esperada.

Otro caso similar se reportó en la Universidad de Southern New Hampshire, donde una alumna demostró que la devolución de la nota de su ensayo había sido realizada íntegramente por IA, lo que confirmaba que su profesora no había leído el trabajo. Estas situaciones han impulsado la creación de sitios web anónimos donde los estudiantes pueden denunciar el uso indebido de la IA por parte de sus docentes.

La honestidad en juego: cuando la IA «alucina»
La situación se complica aún más para los estudiantes honestos. Los sistemas de detección de IA no son infalibles y pueden generar «falsos positivos», es decir, sospechar del uso de la IA en escritos humanos debido a ciertos patrones. Ante esta incertidumbre, algunos alumnos están optando por grabar sus pantallas para documentar el proceso creativo y de resolución de sus tareas, buscando así probar su originalidad.

Un ejemplo reciente es el de Leigh Burrel, estudiante de informática de la Universidad de Houston Downtown, quien fue calificada con un cero por sospecha de uso de IA y tuvo que demostrar que su trabajo era producto de su propio esfuerzo.

¿Dónde están los límites éticos?
Es innegable que la rapidez algorítmica de la IA atrae a muchos estudiantes para resolver tareas. Sin embargo, la pregunta fundamental sigue siendo: ¿cuáles son los límites éticos? La UNESCO, de hecho, dedicó el Día Internacional de la Educación de este año a reflexionar sobre el uso de la IA en el aprendizaje, haciendo hincapié en la necesidad de «preservar lo humano ante la automatización». Este debate surge en un contexto donde los docentes están a menudo sobrecargados de tareas y carecen de directrices claras sobre cómo integrar la IA de manera responsable.

En última instancia, el camino hacia un uso responsable de la Inteligencia Artificial en el ámbito educativo converge en la ética. Aprender de los errores, tanto los tecnológicos como los humanos, parece ser la clave para transitar esta nueva era del conocimiento.