Un Maradona distinto, sin patear al arco en 180 minutos

Las estadísticas no mienten: a lo largo de 180 minutos, Diego Maradona jamás disparó al arco. Créase o no, el astro argentino no sólo no marcó goles ante Camerún o la Unión Soviética, sino que tampoco remató contra N’kono o Uvarov. Argentina sigue siendo «maradonadependiente» y Diego sigue siendo en una Argentina discreta algo así como «una catedral en medio del desierto», como dijeron en Nápoles.
Pero el hecho de que Maradona ni siquiera se haya animado a disparar al arco parecería indicar que el astro no está en su mejor forma física, aunque sus allegados digan que se encuentra mejor que en México ’86. Incluso 24 horas antes del partido ante la URSS, en la práctica ligera que Argentina efectuó en el Estadio San Paolo, Maradona trabajó con cierta dificultad, algo que no fue advertido por todos los presentes.

Claro que aun sin hacer goles y sin siquiera disparar al arco el talento del argentino apareció en el San Paolo, cuando de su izquierda mágica partieron por lo menos cuatro pases-gol que sus compañeros no supieron concretar.

Maradona se disgustó en la conferencia de prensa cuando un periodista le hizo notar cierto déficit fisico y le preguntó si acaso la notable pérdida de kilos de los últimos tiempos le había restado potencia. El astro se refugió en explicaciones tácticas y dijo que este equipo precisa que juegue más avanzado en el campo, no como «cerebro» organizador y ejecutor en la zona media, zona en la que brilló en México ’86.

Para uno y otro Mundial, Maradona efectuó intensos trabajos con el conocido fisiólogo de Roma, profesor Antonio Dal Monte, pero con una diferencia: ahora tiene cuatro años más.

Como dijo Jorge Valdano, su amigo y ex compañero de equipo, en un artículo reciente del diario madrileño El País, Maradona bajo las estrictas órdenes del dietista Henri Chenot, «eliminó redondeces, se olvidó de la sal y del azúcar y le dio la titularidad a la fruta, las legumbres, los cereables y las carnes blancas. Todo en pobres proporciones».

Pero tal vez Dal Monte, seguramente un excelente fisiólogo, no sea un mago. Y lo más probable es que el argentino, en solo cuatro meses, no haya podido borrar años de descuido.