San Lorenzo y el Gasómetro, un exilio de 40 años

Hasta hace no tanto, en avenida La Plata hubo tiempos de pueblo, de cultura, de bailes, de ir a buscar la pelota a la calle, de abrazos de gol entre padres que ya no están e hijos que ya son padres. Tiempos de fútbol, de tablones de madera… De Gasómetro. Tiempos que llegaron a su fin hace exactamente 40 años, cuando San Lorenzo hizo de local por última vez en su viejo estadio. Ese 2 de diciembre de 1979, el Ciclón dirigido por un cuarentón Carlos Salvador Bilardo recibió al súper Boca de Juan Carlos «Toto» Lorenzo, que se había consagrado bicampeón de la Copa Libertadores un año antes.
«No sabíamos que iba a ser el último partido, nadie lo sabía. Se decía que tenían que abrir unas calles, que no se sabía qué iba a pasar. Pero todo era un choreo de los milicos», le cuenta a Líbero Mario Alberto Rizzi, capitán durante ese encuentro y autor, una fecha antes, del último gol de San Lorenzo en el Gasómetro.

En aquel 1979, con el club envuelto en deudas y presionado por el intendente de facto de la Ciudad, el Brigadier Osvaldo Cacciatore, San Lorenzo terminó perdiendo el estadio, que fue recién demolido dos años después. «Nosotros seguimos entrenando durante un año más o dos ahí. El Gasómetro estaba intacto. La dirigencia tampoco ayudó demasiado. El presidente (Moisés Annan) me preguntó un día de qué jugaba el 4, que ‘qué hacía’. El 4 era el Sapito Villlar (dueño del récord de presencias en el club). Yo le dije ‘no le preguntés esto a nadie porque te van a matar’. Imaginate, cómo no íbamos a perder la cancha así», sentencia Rizzi, quien jugó en San Lorenzo entre 1975 y 1981.

«Era un estadio distinto. A mí me gusta decir que era como un teatro, como el Colón. Era increíble, era familia. Nosotros nos criamos ahí, abajo de los tablones. Los padres y los hijos iban a hacer miles de actividades. Los bailes más importantes se hacían ahí, iban Sandro, Palito Ortega… Antes no había boliches; entonces, muchos de los hinchas, muchos de los padres, se conocieron ahí, en los bailes de San Lorenzo. Arranca ahí la historia», explica el ex goleador, que ocupa actualmente un puesto en la secretaría técnica del club, buscando talentos en el ascenso, y no pierde contacto con el hincha. «El otro día viene uno y me dice ‘yo lo que quiero es tomar el 126 allá en Mataderos, aunque ya no vivo ahí, bajarme en avenida La Plata e ir caminando con mi hijo esas ocho o diez cuadras como me llevaba mi papá’. Esto tiene que ver mucho con las historias personales, por eso es tan emotivo el Gasómetro», relata Rizzi.

Aquel duelo frente a Boca fue por la última fecha de grupos del Torneo Nacional. Con el empate final sin goles, ambos quedaron afuera de la segunda ronda (sería campeón el River de Fillol y Alonso, entre otros). «Ese día me hacen un penal. Yo los pateaba, pero no sé por qué lo pateó Coscia (se lo atajó Gatti). El Bilardo de esa época era un fenómeno. El Bilardo que yo conocí, nada que ver con los preconceptos: yo salía con la número 10 y era 9. Jugamos con cuatro delanteros, un equipo de ataque, de buen juego», recuerda Rizzi, quien mantiene su cariño para con el Doctor.

«Era un personaje, eso sí. Tenía tanta entrega, tanta dedicación, que te la contagiaba. Ese día, atrás del arco de Gatti, puso a unos muchachos con guardapolvo blanco que simulaban ser alcanzapelotas. Eran de la hinchada: lo volvieron loco con puteadas, je. Gatti no entendía nada. Cosas del Narigón», admite quien supiera moverse por todo el sector de ataque.

Aunque quedó en la historia por marcar el último gol de San Lorenzo en el Gasómetro durante un 4-0 sobre Cipoletti de Río Negro, el festejo que más añora Rizzi es uno frente a River, en 1976: «Hice más de 100 goles, pero hay uno que tiene que ver con mi historia porque estaba mi viejo ahí, que ahora uno no lo tiene, y bueno. Fue un partido con River que jugamos casi todos los pibes. River iba primero y en la primera rueda le había ganado 5-0 a San Lorenzo con cinco de Luque. En la vuelta, arrancamos 0-1 con otro de Luque. Cancha llena, veníamos segundos y empata el Gringo Scotta tras centro que le tiro yo y le arranca el arco. En esa época te marcaba Passarella, jugadorazos de Selección. En el segundo gol, una salida medio rápida me la toca el Gringo y se la toco por arriba al arquero, como en el barrio. Me salió el barrio, no sé, no pensé que había 50 mil personas. Miré a mi viejo en la tribuna, que era un tipo muy maduro. No hizo un gesto, se hizo el boludo y miró para otro lado. Pero fue muy representativo ese gol. En El Gráfico hay una foto que estoy estoy levantando los brazos, como que no me enteraba de lo que estaba pasando y el título decía ‘Sí, Rizzi, es verdad’, fue así.