Rafaela Carra y sus 76 años

Una de las artistas italianas que supo ganarse el corazón no solo de los propios italianos sino también del mundo entero. Inmortalizó varios de sus temas y aún hoy se siguen tarareando.-

Raffaella Maria Roberta Pelloni nació en la ciudad de Bolonia el 18 de junio de 1943. Los trabajos familiares -su papá era dueño de un bar y su abuela de una heladería- auguraban un futuro detrás de un mostrador antes que delante de las cámaras de televisión.

Sin embargo, ese destino se empezó a torcer. Como la pequeña se mostraba muy dotada para la danza, su madre Iris Dellutri en el tiempo libre que le dejaban los trámites de divorcio, la inscribió en la Academia Nacional de Danza. A los nueve años un encuentro casual le permitió entrar a un mundo desconocido y que haría suyo: el espectáculo.

Con su madre viajaron a Roma para visitar a un amigo. Allí conocieron a un director de cine que buscaba a una niña para actuar en la película Tormento del passatto. Raffaella reunía los requisitos y la contrató. Su madre, italiana de pura cepa, le impartía una educación «a la alemana» es decir estricta y rigurosa. Por eso la obligó a alternar la escuela con los estudio de danza más la formación en el Centro Experimental de Cinematografía. A los 17 años le llegó su primer gran papel en La larga noche del 1943 y en 1963, actuó con Marcello Mastroianni en la película Los camaradas.

Su carrera tomaba fuerza, los estudios estadounidenses pasaron de preguntar «¿quién es esa chica?» a ordenar «contratemos a esa chica». En 1966 viajó a los Estados Unidos para rodar algunos episodios de la serie, I Spy con Bill Cosby. Pero el gran desafío llegó cuando le ofrecieron protagonizar El coronel Von Ryan. Su coprotagonista era uno de los actores más seductores y poderosos de Hollywood: nada más ni nada menos que Frank Sinatra, el hombre que con sus ojos azules y el romanticismo de sus letras cautivaba a millones y ganaba millones.

Apenas conocerla Sinatra, el seductor serial, empezó a cortejarla, pero ella le dijo «no» al que todos le decían «sí». Es que notó que Sinatra «Era amable conmigo, pero no con los demás»; y por otro lado, ella no deseaba convertirse en «la chica del jefe». El camino al éxito era arduo pero Raffaella no necesitaba atajos